01 de juny 2011

Gran Metropolitano de Barcelona

Relat participant al concurs de relats curts de TMB edició 2011.


Gran Metropolitano de Barcelona

Un día más vuelvo a estar aquí. Como si de un autómata se tratara, he bajado las escaleras, introducido la tarjeta, pasado el torno y recorrido los diferentes pasillos hasta mi andén. Cada día igual. Debo de conocerme todas y cada una de las baldosas de la estación, de tanto caminar absorto de lado a lado mientras espero la llegada del convoy.
Esta vez hay algo diferente. Nunca había llegado hasta el extremo del andén, al final de todo. Los últimos metros quedan en la penumbra y nunca me había fijado en un estrecho pasillo que sigue un poco más allá, casi dentro del túnel. La curiosidad me invita a acercarme un poco más. Apenas a unos pasos se termina en una negra y polvorienta valla y mi atención se centra en una puerta casi camuflada en la pared. Mi mano decide acercarse a ella y girar el pomo. Ambos nos sorprendemos al notar que se abre.
Una luz amarillenta se escapa del interior. Me asomo y alcanzo a distinguir algunos muebles de estilo clásico.
–¿Puedo ayudarle en algo?
Un hombre de uniforme azul, barba y cabello blanco escribe en una libreta sentado tras una antigua mesa de madera. Al contrario que yo, él no parece sorprendido de encontrarme allí.
–Yo... Iba a coger al metro.
–Muy bien. ¿Ya tiene billete?
–Sí... Sí.
Mi mano ya tiene lista la T10 y se la acerca al hombre. Este la recoge y la examina extrañado.
–Esto no sirve. ¿A qué estación va? –pregunta mientras me extiende de vuelta la tarjeta.
–A... A Vallcarca.
–No hay ninguna estación con ese nombre. ¿A dónde va exactamente?
Las ideas no consiguen coordinarse en mi cabeza.
–Pues, a Vallcarca, al barrio, por encima de Lesseps...
–Ah, Lesseps, eso es otra cosa.
Coge un pequeño bloc, lo marca con un tampón, arranca la primera hoja y me la ofrece.
–Son 25 céntimos.
Se trata de un pequeño papelito con las iniciales GMB, la palabra Lesseps, el precio y un número de serie.
Dejo tembloroso el importe sobre la mesa. El hombre examina minuciosamente las monedas. Luego hace lo propio conmigo. Me sostiene la mirada unos segundos y luego suspira de resignación.
–Ya veo, un recién llegado –me devuelve el dinero–. Parece que tiene algo importante que hacer en Lesseps, así que por esta vez haré la vista gorda. Que tenga un buen día. Ah, y bienvenido a Barcelona.
Soy incapaz de despedirme con palabras así que lo hago con un leve movimiento de cabeza. Salgo de la estancia y vuelvo al andén, sin volver la vista atrás.
Sentado en el vagón reflexiono sobre las últimas palabras de aquel hombre. Al principio pensé que se había confundido, que donde yo tenía que ir era a Vallcarca, pero poco a poco me di cuenta de que sí que tenía algo importante que hacer en Lesseps. Algo que llevaba años esquivando y negando.
Al salir al exterior eché un vistazo a la nueva plaza y no pude evitar pensar en cómo era la antigua. Mis pies conocían perfectamente el camino. Para poder seguir adelante tenía que volver al pasado.
Ya estaba frente a la puerta. Los recuerdos aceleraban mi corazón. Ya no podía echarme atrás.
Miré de nuevo el diminuto billete de papel.
El futuro espera.
Toqué el timbre.

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