Relat participant a la 4ª edició del concurs de relats curts de TMB.
O2
-¿Has visto a ese grupo de gamberros de ahí fuera? –dijo Olga.
-Sí, llevan un rato haciéndonos muecas –contestó Ona–. Son unos maleducados.
-Y que lo digas. Por eso se agradece viajar en un medio como este, que no produce esos gases insolentes.
-Sí, a mi también me gusta el trambaix. Aquí vamos tranquilas sin tener que aguantar a óxidos de nitrógeno impertinentes ni a esos desalmados monóxidos de carbono.
Las dos amigas, que siempre iban juntas a todas partes, se bajaron del tranvía y emprendieron el camino calle abajo.
-Fíjate en esos hidrocarburos, van como si fueran los amos de la calle –comentó Ona.
-Sí, sí, pero no te despistes, a ver si vamos a acabar aspiradas por el filtro de un coche -replicó Olga–. Ya queda poco para llegar al metro.
En la entrada les esperaba un átomo de argón:
-Buenos días señoritas, ¿qué tal están? –saludó.
-Muy bien, gracias -contestaron al unísono.
-¿Coges el metro? -preguntó Olga.
-No, me quedaré un rato más por aquí. ¿A dónde viajan hoy?
-Al Hospital de la Vall d'Hebron.
-Excelente. Que pasen un buen día –se despidió con una reverencia.
-Qué educado es –comentó Olga una vez dentro del vestíbulo.
-Sí, con gente así da gusto salir a la calle.
Minutos después llegan a su destino. Dentro del hospital, las dos amigas miran dubitativas a su alrededor, sin saber muy bien hacia dónde ir. Al final Olga decide detener a una de tantas parejas de nitrógenos que circulan por allí:
-Perdonad, ¿nos podríais indicar dónde está maternidad?
-Por allí, está indicado -respondió uno de ellos.
-¿Qué os trae por aquí? –preguntó el otro.
-Venimos a alimentar una nueva vida.
-¿Has visto a ese grupo de gamberros de ahí fuera? –dijo Olga.
-Sí, llevan un rato haciéndonos muecas –contestó Ona–. Son unos maleducados.
-Y que lo digas. Por eso se agradece viajar en un medio como este, que no produce esos gases insolentes.
-Sí, a mi también me gusta el trambaix. Aquí vamos tranquilas sin tener que aguantar a óxidos de nitrógeno impertinentes ni a esos desalmados monóxidos de carbono.
Las dos amigas, que siempre iban juntas a todas partes, se bajaron del tranvía y emprendieron el camino calle abajo.
-Fíjate en esos hidrocarburos, van como si fueran los amos de la calle –comentó Ona.
-Sí, sí, pero no te despistes, a ver si vamos a acabar aspiradas por el filtro de un coche -replicó Olga–. Ya queda poco para llegar al metro.
En la entrada les esperaba un átomo de argón:
-Buenos días señoritas, ¿qué tal están? –saludó.
-Muy bien, gracias -contestaron al unísono.
-¿Coges el metro? -preguntó Olga.
-No, me quedaré un rato más por aquí. ¿A dónde viajan hoy?
-Al Hospital de la Vall d'Hebron.
-Excelente. Que pasen un buen día –se despidió con una reverencia.
-Qué educado es –comentó Olga una vez dentro del vestíbulo.
-Sí, con gente así da gusto salir a la calle.
Minutos después llegan a su destino. Dentro del hospital, las dos amigas miran dubitativas a su alrededor, sin saber muy bien hacia dónde ir. Al final Olga decide detener a una de tantas parejas de nitrógenos que circulan por allí:
-Perdonad, ¿nos podríais indicar dónde está maternidad?
-Por allí, está indicado -respondió uno de ellos.
-¿Qué os trae por aquí? –preguntó el otro.
-Venimos a alimentar una nueva vida.
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